Día 128, martes
Anoche, por alguna razón que no logro explicar, me quedé despierto hasta las cinco de la mañana. Cuando por fin pude dormirme tuve un sueño de lo más extraño. En él, un montón de gente que yo no conocía aprovechaba el silencio absoluto de la madrugada para disfrazarse y hacer locuras espontáneas frente a mi casa. Había de todo: luces de colores, chicas muy guapas y disfraces desquiciados. También había un sillón donde se sentaban los verdaderos organizadores del evento, desde donde se reían de todo lo que pasaba a su alrededor. El aire festivo de aquel submundo increíble captó mi atención de inmediato, por lo que no dudé en salir por la ventaba y mirar anonadado lo que pasaba. Me sorprendió ver aquel castillo inflable que de pronto hubo en la puerta de mi casa y la manera con que unas chicas decidieron hacerme compañía. Todos parecían artistas que se lo montaban de lo lindo en la calle a las cuatro de la mañana, mientras los demás mortales pernoctan sin enterarse de nada. Se respiraba un aire distinto en el ambiente. Otra característica es que estas personas eran capaces de caminar por los techos como si tal cosa. Cada vez que terminaba la noche y esta daba paso al día, todos desaparecían y acordaban reunirse el día siguiente a la misma hora. Dicho así parece la fiesta perfecta. No sé bien cómo es que pude soñar tal cosa (tal vez no lo soñé, tal vez en realidad pasó), pero le hecho la culpa a las luces navideñas que inundan la calle y al hecho de que dormí con las cortinas abiertas.
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